Mediante la unión y la solidaridad de numerosos ciudadanos y la
comunidad del Liceo Bicentenario de la Ciudad Jardín, se logró implementar una travesía cultural que los
propios estudiantes calificaron de “inolvidable”.
27 niños y 5 profesores del Liceo se desplazaron el sábado 12 de julio a Santiago para visitar el Museo Nacional de
Bellas Artes y el Museo de Arte Contemporáneo, los murales de Fernando Daza y una vibrante función de “Madama Butterfly” en
el Teatro Municipal.
Los alumnos y alumnas postularon especialmente al recorrido y demostraron
un alto interés que superó largamente el
número de cupos disponibles. Presidió la comitiva el profesor Claudio Calderón
Alviña.
La organización estuvo a cargo de la “Fundación Placeres”, que preside
el poeta Gonzalo Villar Bordones. Esta
entidad aglutinó el apoyo de numerosos ciudadanos del Gran Valparaíso.
La travesía se inició con la visita de los alumnos a los museos.
Tuvieron la oportunidad de examinar -en compañía de sus profesores- obras de Roberto Matta, una selección de
adquisiciones nuevas del Museo, los trabajos de Monvoisin, la rebeldía de Julia
Toro y una muestra de la colección permanente del Museo Nacional, más un
recorrido por las creativas instalaciones del Museo de Arte Contemporáneo.
Al conversar con los alumnos, expresaron que en el Museo les gustó lo
verde del entorno, las obras con nudos (quipus) de Cecilia Vicuña, la
imaginación de Matta y toda la emoción encerrada en las esculturas.
Se continuó hasta el mural sobre Gabriela Mistral en la Alameda. La
profesora de Artes Visuales relevó que únicamente los niños figuran con los
ojos abiertos, lo que denota la apertura de su mente ante el Universo y un
poeta añadió que Gabriela estaba representada en su tumba y en su espíritu extraordinariamente
vivo a través de su conexión con los niños.
Posteriormente, estudiantes y profesores fueron recibidos especialmente
en el “Club de la República” y disfrutaron de un grato almuerzo, muy apreciado
por los niños. Al examinar el mural “La Búsqueda”, el profesor Rodrigo González
explicó con maestría cada uno de los detalles de la obra y su alto contenido
simbólico como alegoría de la historia universal, lo que despertó la curiosidad
de los jóvenes.
Finalmente, llegamos temprano al Teatro Municipal. Nos ubicamos en el
segundo balcón y los estudiantes vibraron con esta tragedia feminista que
aborda el choque entre culturas y que afecta a una niña de solamente quince
años. Tanto la historia como el canto y la orquesta los conmovieron profundamente.
Ellos se sumaron a la ovación de los 1500 espectadores y atesorarán por siempre
la emocionante aria “Un bello día veremos”.
Una actividad análoga se realizará el sábado 23 de agosto para asistir a
“La Traviata”, de Giuseppe Verdi.
Madama Butterfly, las notas de introducción
Nagasaki
Reseña
Una niña
de quince años, Cio Cio San, criada para servir al orden patriarcal como
Geisha, se casa en las alturas del puerto de Nagasaki con un capitán de la
Marina norteamericana, “Benjamin Franklin Pinkerton”, que ve en ella un objeto
sexual pasajero y está resuelto desde el primer momento a regresar a su país y
casarse allí con una mujer norteamericana.
Las
leyes, creadas para el abuso masculino, permiten al marido repudiar a su
consorte en cualquier momento.
En cambio,
Cio Cio San, “Madama Butterfly”, busca una entrega total, al punto que abandona
su religión para tornarse cristiana como su marido y se resigna al repudio de
su familia.
El
marinero la hace suya y se va, dejándola embarazada. De su esperanza en recuperar a su marido nace
una de las arias más famosas del mundo “Un bel dì
vedremo”, “Un bello día
veremos”.
Pinkerton
regresa y la traición queda al descubierto. Cio Cio San se suicida por amor a su dignidad,
tal como años atrás lo había hecho su padre, siguiendo una antigua tradición
japonesa.
En la
pieza principal para coro, conformado sólo por sopranos y tenores, los artistas
cantan con la boca cerrada, resaltando las reglas culturales que los encadenan
y que han permitido esta tragedia.[1]
El origen
La ópera,
estrenada el año 1900, es del gran compositor verista italiano, Giacomo
Puccini, que se enamoró de la historia al presenciar en Londres la obra
del dramaturgo norteamericano David Belasco. Tanto le gustó a Puccini la pieza, que llorando
entró como una tromba al camerino y
tomando por cuello al dramaturgo lo obligó a cederle los derechos para crear la
ópera.
La
historia tiene base en hechos reales que ocurrieron en Japón al escritor Pierre Loti y que plasmó en su novela Madame
Chrysanthème, que a su vez inspiró la ópera
del mismo nombre, del compositor André Messager. Esta ópera precedente, se
había estrenado en 1893.
A su vez,
la novela de Loti inspiró el cuento
“Madama Butterfly”, del escritor feminista John Luther Long (que incorporó el desenlace fatal) y la obra
teatral “Madama Butterfly”, de David Belasco.
Los
libretistas de la ópera fueron Giuseppe Giacosa y Luigi Illica.
En esos
años, todo lo japonés llamaba la atención, porque era una civilización
practicamente desconocida en Occidente, que recién abría sus fronteras.
Lo que
dejó en mi espíritu Madama Butterfly
Como
espectador, la obra trajo a mí la Operación Unitas[2]. Las muchachas de nuestro Nagasaki acercándose
al puerto en busca de un mejor futuro y más tarde, multitud de niños colorines
que abundaban en las calles de la ciudad.
Por
supuesto, Butterfly evocó en mí el entrecruzamiento de las culturas
que conduce a la belleza de la
creación artística, pero también a tragedias individuales y colectivas como la
de aquella gran bomba sobre Nagasaki.
Me
imagino que les llamará la atención que la criada de Madama Butterfly se llame
Suzuki, que en japonés significa “Bosque de Campanas” y corresponde al
personaje que, a diferencia de Cio Cio San, manrtiene una vision práctica de la
vida.
Por su
parte “Cio Cio San”, significa “señorita mariposa”, evocando la hermosura,
fragilidad y brevedad de su existencia. Además, expresamente se asocia a la
costumbre de atrapar y disecar a estas maravillas de la naturaleza.
[1]
Mozart aplica la misma idea con Papageno en “La flauta mágica”.
[2] Operaciones navales conjuntas que traían a
Valparaíso a multitud de marinos norteamericanos.
Visita al Museo Nacional de
Bellas Artes y al Museo de Arte Contemporáneo
Chile tiene un Museo Nacional de
Bellas Artes desde el año 1.880, llamado entonces “Museo Nacional de Pinturas”.[1]
Con ocasión del centenario de la
primera junta de gobierno, el país se regaló a sí mismo un palacio para su museo.
Lo hizo construir en una barrio
eriazo y colmado de basuras, que pronto se transformó en el Parque Forestal,
uno de los grandes pulmones verdes de la ciudad.
El arquitecto Emile Jéquier ganó
el concurso convocado por el gobierno con un edificio inspirado en el Petite
Palace[2]
de París, engalanado a la moda “Art Déco”[3]
Hacia 1930 se instaló en su
portada la escultura “Unidos en la Gloria y en la Muerte”, de Rebeca Matte,
bisnieta de Andrés Bello y profesora de la Academia de Bellas Artes de
Florencia.
La obra muestra a Dédalo,
arquetipo de la creatividad humana contemplando el cadáver de su propio hijo
que insensatamente ha buscado acercarse al sol. El mundo estaba a punto de
observar la destrucción nuclear y todos estábamos muy cerca de derretir la cera
de nuestras alas.
Al ingresar al edificio, en el
ala sur de la primera planta, entrando a vuestra izquierda, podrán apreciar la
muestra temporal “Janet Toro: intimidad radical”, en que la artista registra la rebeldía de su
conciencia y de su cuerpo a través de varias décadas de trabajo.
En el ala norte de la primera planta se encuentra una muestra de adquisiciones recientes, entre las que resaltan el colorido trono de Panchita Núñez e instalaciones de Cecilia Vicuña.
Al centro de la segunda planta,
podremos ver otra exposición temporal, “Roberto Matta. Abrir la mirada”,
que nos acercará a los mundos
fantásticos de Roberto Matta, el más universal de los artistas plásticos
chilenos.
También en el segundo piso del palacio
podremos apreciar una parte de la colección permanente del museo, que resume el
vuelo de la mirada y el color a través de la historia de nuestro país.
En la “Sala Matta”, que se ubica en el subsuelo, podremos recorrer los trabajos del pintor francés
avecindado en Chile, Raymond Quinsac Monvoisin.
Asimismo, cruzando un túnel
interno podremos visitar al Museo de Arte Contemporáneo, perteneciente a la
Universidad de Chile.
Tras dos horas de recorrido, la
invitación es caminar hasta “La Alameda” y observar el mural de Fernando Daza
Osorio “Homenaje de la ciudad de Santiago a Gabriela Mistral”, para luego ,
cruzando la avenida, llegar hasta los salones del “Club de la República”, de
calle Marcoleta 659, en que
almorzaremos y apreciaremos el mural “La Búsqueda”, también de Fernando Daza.
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